La hija de la guerra y la madre de la patria by Rafael Sánchez Ferlosio

La hija de la guerra y la madre de la patria by Rafael Sánchez Ferlosio

autor:Rafael Sánchez Ferlosio [Sánchez Ferlosio, Rafael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Comunicación
editor: ePubLibre
publicado: 2002-05-01T04:00:00+00:00


El de G. es el del albañil apresurado y chapucero. Ya antaño la consecuencia lógica entre proposiciones sucesivas, o sea el concierto entre ladrillos contiguos del tabique, sonaba a veces sospechosa, pero su habilidad hacía difícil descubrirle los pasos marrulleros. Hoy renuncia a disimular que los ladrillos no van debidamente casados por sus juntas y lo que hace es que monta de cualquier modo un ladrillo sobre otro, quizá tan mal casado que se caería al instante, pero simultáneamente ¡zas! le arrea por el costado una generosa paletada de cemento dialéctico: «Por consiguiente…», tapando todo posible desacuerdo de las juntas, o inconsecuencia entre proposiciones, y confiando la sustentación de los ladrillos y del tabique entero a la cohesión externa y lateral de ese enfoscado de «por consiguientes». O tal vez sea que ha ido perdiendo aquella seguridad y confianza lógica y ya no sabe cuándo media una siquiera aparente consecuencia entre dos frases sucesivas y, por si acaso, les aplica sistemáticamente por el lado su buena capa de porconsiguiente, una argamasa que no por ilusoria deja de resultar confortativa.

(Cacahuetes para el mono) Nuestro siempre querido y benemérito, ilustrado, huecograbado, grapado, encuadernado, tricornudo y charolado diario monárquico de la mañana, el último día de los Juegos Olímpicos de Atlanta, se complugo en regalarles magnánimamente a los negros el más cabal y efusivo reconocimiento de su notable superioridad para una amplia gama de deportes, como las principales modalidades de atletismo, el baloncesto, el fútbol y alguno que otro más, dedicando a «la negritud», como la llama, sin especificaciones nacionales, nada menos que la portada, el editorial pequeño y una doble página interior. Y, en efecto, parece haber una especial configuración anatómico-fisiológica de la raza negra que la capacita más que a otras para una gran parte de las destrezas físicas, con la notable excepción de las artes natatorias, donde —según he oído decir, aunque no puedo asegurar si es cierto— debe su señalada inferioridad respecto de los blancos u otras razas a la mayor ligereza de sus huesos, por la que arrojaría una relación peso-volumen inapropiada para el agua, o, dicho brevemente, flotaría demasiado para poder aspirar a «la excelencia» —como ahora gustan de decir— en natación.

Pero, con su generoso reconocimiento de la superioridad física del negro para la mayoría de los deportes, el director de nuestro siempre querido y benemérito no deja de hacer gala de su ejemplar falta de prejuicios raciales («La nueva situación política internacional, que unánimemente condena toda forma de racismo, ha conducido felizmente a la desaparición de viejas discriminaciones» —leemos en el breve editorial), casi como podría igualmente hacer gala de su falta de prejuicios sexuales o machistas reconociendo, con no menor magnanimidad, la notable superioridad de las mujeres no sólo para la gestación y la lactancia, o aun para las labores de punto o de ganchillo, y para la administración doméstica, sino incluso para la gestión de centralitas telefónicas y hasta para la taquigrafía, la mecanografía y la estenotipia. A diferencia del racista Hitler, que rechinaba



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